I.E INTEGRADO VILLA DEL PILAR
GRADO 10.1
LECTURA CRÍTICA
Guía 1.
Lea el siguiente texto.
Locos y cuerdos
La complejidad psicológica de Don Quijote y Sancho no
puede resolverse, como quieren algunos, en la simple contraposición de dos
caracteres entre los cuales se reparte la naturaleza humana...
Se dice que el Caballero es loco de remate, que es
iluso, que persigue cosas imaginarias e imposibles y desconoce paso a paso la
realidad cuando quiere conformarla a sus imaginaciones y pensamientos. Y del
otro se predica que es cuerdo, práctico, realista, ingenioso y socarrón, y en
él se compendia esa gran porción de la humanidad que prefiere las cosas
tangibles a las ilusorias, lo vivo a lo imposible, lo inmediato a lo que se
remonta por encima del tiempo. Se llega más lejos en la confrontación de esas
dos figuras humanas. El uno es el caballero que encierra en sí mismo todas las
gracias, dones y cualidades de una clase de hombres que dominan y mandan y de
quienes Nietzsche predijo hace unos años que de ellos sería el reino de la
tierra; y el villano, que es el otro, presenta también para esa clase de exégetas las propiedades naturales a su
condición y su figura. Pero esta es una manera tan simplista de entender el
libro de Cervantes, y sobre todo de entender al hombre, que allá se queda para
los lectores adolescentes del Quijote y para los profesores que adoran la
didáctica...
Don Quijote y Sancho no son hombres que se contraponen,
sino que conviven, porque un hombre es un todo en sí mismo, un universo de
carne que comprende toda la naturaleza en sí mismo y no puede considerarse ni
concebirse parcelado. Los dos son, por igual, locos y cuerdos. Si analizamos a
Don Quijote vemos que este buen hidalgo manchego,
independientemente de su locura por la justicia caballeresca, tenía el juicio
sano y aún brillante, de una agudeza extraordinaria cuando hacía el parangón entre las armas y las letras,
o ensalzaba las virtudes de la Edad de Oro, o daba consejos a Sancho para que
gobernara con discreción la ínsula Barataria. Sus discusiones con el barbero y
el cura, y aún con el canónigo,
cuando hacia el fin de la primera parte del libro le llevaban preso en una
jaula a su pueblo, le acreditan de hombre reflexivo y sensato. Además, era
melancólico, y quien es de esa manera descubre por un conducto cerrado a los
temperamentos jocundos la verdad
íntima de la naturaleza. Y era humorista, como que miraba a los hombres y a las
cosas deformados, no como son realidad, sino como deberían ser, según su
naturaleza, de donde resulta la comicidad de muchos pasajes del libro y las
divertidas confusiones, porque el humorismo no es otra cosa que la visión del
hombre al través de un modelo mejor. La deformación que de allí resulta
provoca, por lo monstruosa, una sonrisa; pero el humor es condición de hombres
cuerdos.
Hay algo más, a propósito de la locura de Don Quijote.
Todos le tenían por loco por la razón de que no sabe ver las cosas como son,
sino como deberían ser según su pensamiento. Y en este terreno todos los
hombres son locos, o mejor, la locura no es sino una condición propia de los
hombres. Ver una princesa donde no hay sino una aldeana que huele a agrio y a
cebollas, más que locura es amor, en el caso de que el amor en ese grado no sea
locura. "Confundir con una tropa de valientes caballeros una partida de
ovejas que marchan por un camino, entre nubes de polvo, no es sino creer más en
lo le se piensa que en lo que se ve; pero este género de locura ha sido propio
Santos. La fe no es otra cosa sino creer en lo imposible, en lo improbable, en
lo que no es, pero debería ser de esa manera. De donde se llega a la conclusión
de que se es loco por el hecho de creer en lo que se piensa más, que en lo que
se ve, a condición de que lo pensado sea tenido como locura por los necios. Es
locura creer que pueda revivirse la caballería andante en una época en que esta
ya se halla muerta, pero no es ninguna locura querer revivir el cristianismo
cuando ya es imposible hacerlo. Don Quijote es loco por aquello, y es santo San
Francisco por esto. Los ejemplos podrían multiplicarse, pero estos bastan.
Ellos nos muestran, lo mismo que la historia del ingenioso hidalgo de la
Mancha, que la locura no depende tanto de una torcida manera de razonar como
del objeto de razonamiento...
Si trasladamos al escudero Sancho Panza los mismos
razonamientos que hemos aplicado a la personalidad de su amo, encontramos
comprobada la misma cosa. Sancho era cuerdo, práctico y realista, o por tal se
le tiene y lo tienen, aunque él mismo diga en alguna parte que no sabe a
ciencia cierta si él es tan loco como su amo cuando le sigue por los caminos de
la Mancha, padeciendo hambres y manteos,
para conseguir una ínsula o condado que le había ofrecido el más loco de los
amos. Ciertamente, él, en los sucesos cotidianos, no sabe mirar las cosas como
deberían ser, sino tales como son. Los gigantes de Montiel, para él, no son sino
molinos de viento; los ejércitos de Pentapolín el del Arremangado Brazo, no son
sino carneros en una nube de polvo, y la princesa Dulcinea del Toboso no es
sino una labradora que aventaba trigo, con mucha fuerza, en una perdida aldea
de la Mancha. Pero trasladado su espíritu del presente, donde se mueve con
tanta lucidez, al porvenir y al mundo de los posibles, que es el futuro, Sancho
es todavía más loco que el caballero. Sancho no sabe distinguir entre lo
posible y lo quimérico, lo
realizable y lo imposible. A Sancho no le engañan sus ojos cuando mira con ellos,
como palpando, las realidades presentes e inmediatas, y así no incurriría en la
quijotesca locura de ver gigantes donde sólo hay aspas de molino, y espíritus
endemoniados donde no hay sino gañanes
que le mantean en la venta. Y, sin
embargo, ese mismo hombre, cargado de buen sentido, de entendimiento corto y
lúcido como la visión de sus ojos mortales, se pierde en la locura cuando se
remonta sobre el tiempo y encara el porvenir. No puede distinguir, entonces,
que es verdadera locura, y de las grandes, creer que ha de ser conde o
gobernador por lo menos, siendo un rufián
sin letras que acompaña a un loco. Ni considera locura creer, como creyó, que
no por el hecho de confundir y trastocar todas las realidades presentes, Don
Quijote dejada de ser algún día coronado emperador del universo, o cuando menos
papa...
En este plano, que es el verdadero del hombre, Don Quijote
y Sancho son como todo el mundo, es decir, semicuerdos y semilocos... Son
distintos los dos porque son individualidades perfectas, cada una en sí misma,
y por lo mismo semejantes. Cuanto más una personalidad es ella misma, más se
distingue de las otras, pero más se asemeja al hombre. Don Quijote y Sancho son
tan distintos uno de otro y, sin embargo, tan semejantes por la razón profunda
de que son hombres y no meros caracteres o personajes literarios.
Eduardo Caballero Calderón. Ciudad
viva.
Bogotá, abril de 2005, Número 4.
Actividad
1. Consulta
el vocabulario desconocido:
Acerca del contenido del texto.
2. Antes de presentar la tesis, el autor expone la visión
más generalizada de los personajes cervantinos. Explica los siguientes puntos:
- En qué consiste dicha visión.
- Qué opina el crítico al respecto.
3. Luego de exponer el marco general, el crítico presenta
la idea central que defenderá.
Marca cuál es la tesis correcta:
- La complejidad psicológica de los personajes no
se puede resolver.
- Un universo de carne comprende toda la
naturaleza.
- Don Quijote y Sancho son por igual locos y
cuerdos.
4. En el último párrafo se halla la conclusión del texto.
Explica con tus propias palabras en qué consiste.
5. ¿Cuál es la principal virtud o cualidad que le
encuentra el autor a la obra?
6. El autor declara que "Don Quijote y Sancho no son
hombres que se contraponen, sino que conviven” ¿Con qué argumentos apoya esta
afirmación?
7. Completa el siguiente esquema con la información
presentada en el texto de Caballero Calderón sobre los dos personajes: Don
Quijote
Personaje
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Características que
los hacen a ambos locos y cuerdos.
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Don Quijote
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Sancho
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